¿Cuan importante somos? 10 Enero 2016.


(Extractos de una conferencia dada en Vrindavan, India el 22 de Febrero del 2007)


Esta pregunta sólo puede ser respondida después de reflexionar en la causa de nuestra propia existencia, pues dicha causa es el  indicador del propósito de la misma vida. Una vez que el propósito es cumplido (y así la causa satisfecha), podremos dimensionar el valor de todo esto.

¿Cuan importante somos?

Si no fuéramos capaces de cuestionarnos este punto, no podríamos tampoco comprender si nuestra existencia es o no importante. Por otro lado, si pensamos que somos importantes sin saber la razón de porque, es muy probable que desarrollemos una conciencia de egoísmo artificial poco beneficiosa.

Hay ciertos valores humanos que son altamente apreciados entre las personas, como por ejemplo la modestia, la humildad, la sinceridad, etc. Esas son cualidades que hacen que un ser humano se destaque entre los demás. Sin embargo, cualquier característica de las anteriores queda desvalorizada si la persona que la posee se dedica a minimizar o maltratar a otros. En otras palabras podemos decir que el egoísmo y en ensimismamiento pueden jugarnos una muy mala pasada.

El valor de la existencia

¿Cuál es el valor de nuestro actuar? ¿Qué medida utilizamos para saber si estamos actuando adecuadamente? ¿Qué es bueno y que es malo?

Al reflexionar en estos tópicos irremediablemente somos dirigidos hacia un tema fundamental el cual olvidamos muy fácilmente: la autorrealización. Gastamos nuestro tiempo en cosas innecesarias y en entretenimientos diversos, pero no invertimos energía en temas esenciales como la autorrealización. Así, la vida se nos va de las manos y no nos cuestionamos sobre quienes somos realmente y que hace que nuestra vida se vuelva valiosa.

Estoy seguro que mi existencia es importante, de otro modo, ¿con que excusa estoy trabajando con tanto esfuerzo para sostener mi vida si ella realmente no tiene valor? Claro, a veces llegamos al punto de estar tan perdidos y sin esperanza que dejamos de apreciar lo que tenemos e incluso pensamos en terminar con la existencia para así finiquitar todos los problemas y frustraciones que cargamos. Sin embargo, tan pronto nos asociamos con personas valiosas, dedicadas y de mentalidad positiva, nuestra modalidad cambia. Así volvemos a ganar aprecio por nuestra propia vida, que es lo que le da valor a la existencia.

La Verdad Suprema

En el momento en que dirigimos todas estás incertidumbres sobre el hacia él sabio refugio de la literatura védica podremos remover todas las incertidumbres al instante. Los Vedas establecen la Verdad de manera irrevocable y sin dejar espacio a dudas. Todo se inicia con la frase sanskrita “Om tat sat”, que quiere decir “La verdad es que existes eternamente”.

Esa verdad que los Vedas plantean es bella y completamente auspiciosa y es mediante el desarrollo de la conciencia del ser que uno puede identificar cuál es su camino personal hacia esa Verdad Suprema. La oración es una herramienta fundamental en dicho camino, plegarias llenas de amor, sinceridad y rendición.

El alma (unidad consciente individual) que se esfuerza por encontrar aquella Verdad, deberá enfrentarse también a preguntas fundamentales que enriquecerán su búsqueda, por ejemplo:¿De que se trata la Verdad? ¿Puedo comprarla? ¿Puedo consumirla? ¿Cuál es el propósito de mi estadía en este mundo, debo dedicarme solo a buscar la Verdad?

La respuesta a esta última pregunta es si, estamos en este mundo para aprender a amar. Ese es el propósito de la existencia y se ve representado en la frase sanskrita satyam - sivam - sundaram, la causa de nuestra vida es completamente bella y se vuelve la razón y sentido de todos nuestros esfuerzos. No debes sentirte satisfecho por nada menos que ello. Esta es la aplicación real de la autorrealización, el trabajar por una causa amorosa y benéfica para todas las entidades vivientes.

El denominador común

Muchos de los conceptos que hemos hablado hoy se perciben alejados de nuestra realidad, mientras que de otros somos plenamente conscientes pero aún así no sabemos cómo enfrentarlos de manera positiva. No sabemos muy bien tampoco quienes son "los otros" a los cuales debemos respetar y amar. No tenemos muy claro de qué forma llegamos a existir, pero si podemos entender con mayor facilidad que es nuestra responsabilidad el aprender a amar a los demás y también aprender a servirlos. Así, para progresar en esa dirección debemos tratar de encontrar el punto común, el denominador común y aceptable para todos los demás.

¿Cuál es ese denominador común? Nuestro Creador.
Esto es algo muy claro, si nos preguntamos que hay en común entre  todas las entidades vivientes, de una manera u otra vamos a llegar a la conclusión de que tenemos un Padre y una Madre eternos comunes. Esta es una verdad irrefutable que podemos comprobar con nuestra propia inteligencia cuando meditamos en la Madre Naturaleza. Ella es la madre y receptora de todos nosotros, esto es muy difícil de negar con un argumento del tipo “yo fui originado de mi mismo y me suplo a mi mismo de todo lo que necesito  por lo que no tengo nada que agradecerle a nadie”. Por el contrario, debemos reconocer que la Madre Naturaleza nos entrega todo lo que necesitamos, nos guste o no. Esa misma Madre Naturaleza ha sido impregnada creativamente por el mayor de todos los poderes creativos que existe, la Dulce Voluntad de Dios.

La Causa de todas las causas

isvara parama krishna
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Nuestro Señor es la Causa original de todas las Causas y es adorado por todos los seres. El es la fuerza suprema de vida Quien nos ha dado la fuerza vital a cada uno y nos ha impregnado dentro del vientre de la energía material, entregándonos los cuerpos (físicos y sutiles) respectivos con ciertas cualidades intelectuales y físicas dependiendo del karma propio. El es el mismo Padre eterno para todos, el mismo Padre que nos convierte a todos en hermanos y hermanas. Esto hace que la necesidad de amarnos los unos a los otros se vuelva algo fundamental. Amarnos unos a otros considerando el propósito individual que cada uno viene a cumplir en la vida. El principio de la unión en diversidad.

Ese es el verdadero significado de la vida, aprender a amarnos los unos a los otros en vez de aprender a matarnos y despreciarnos. Entender que tengo hermanos y hermanas no es muy complejo, pero ir mas allá y comprender que todas las entidades vivientes son mis hermanos y hermanas y que por eso debo respetarlas y protegerlas requiere un poco mas de esfuerzo. Ese es el trabajo a desarrollar.


La búsqueda del placer

Acá comenzamos a entrar en la parte más intrínseca de nuestro propio ser, damos un paso más profundo en la tarea de amar y en la necesidad de ser amado. Ese es el dominio de "ananda" (felicidad) que es dirigida por la potencia dadora de placer del Señor Supremo, la potencia femenina de Dios o "hladini shakti". Esa potencia dadora de amor permite que el amor real (espiritual y no material) sea parte de cada una de las entidades vivientes desde él momento de su origen.

Nuestro principal problema es que, habitualmente, confundimos el concepto de amor que está fundamentado en el principio de "dar" con la lujuria que se basa en el principio de "tomar"; creyendo incluso que podemos disfrutar a costa de otros o centrándonos solo en nuestras propias necesidades sin considerar lo que piensan o sienten los demás. Este planteamiento es declarado por Sri Krishna en el Bhagavad Gita cuando establece que el proceso de Bhakti yoga es la manera científica de superar el principio de la lujuria, permitiéndole al ser de entrar en el mundo del amor, la responsabilidad y la dulzura.  Es en ese mundo donde "ananda" se sitúa, allí podremos encontrar el máximo placer que siempre hemos estado buscando.

¿Cómo se logra ello? Esto comienza a manifestarse al comprender que debes servir al Señor Supremo con todo tu corazón. Cuando entiendes que ese amor que estás buscando tan intensamente no puede ser satisfecho por otro hombre u otra mujer, sino que solo puede ser entregado por la Fuente de todo amor, Dios mismo. Todo seguirá fallando en nuestra vida hasta que no seamos capaces de colocar a Dios en la posición más importante, hasta que le demos el número 1 en nuestra lista de prioridades. El es el objetivo principal, el Amante Supremo, Aquel que le ha dado significado a nuestra vida. El es el Príncipe Azul que todos estamos buscando.

Esa es la dirección del amor divino. Al establecerse a sí mismo bajo la dirección del amor divino uno nunca saldrá perdiendo, no será traicionado ni abandonado. Eso es lo que debemos aprender, a entregar nuestro amor sin límites, dirigiéndolo a la Causa Suprema. Solo el dulce amor divino puede satisfacernos plenamente. En la medida que desarrollamos amor por Dios y lo compartimos con los demás podremos acercarnos a los dominios de “ananda”, la felicidad máxima de nuestra vida y entonces comprender el valor de nuestra existencia.

Swami B.A. Paramadvaiti.

Srila B. A. Paramadvaiti Swami. Con la tecnología de Blogger.

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